martes, 26 de marzo de 2013

Primer paso al Voto Femenino Británico JStuart Mill y Harriet Taylor Mill


      Madrid, 1977, Ed. DebateEntre los pensadores liberales británicos destaca la figura de John Stuart Mill(1806-1873), quien, junto a su mujer Harriet Taylor Mill (1807-1856), publicó El Sometimiento de la Mujer en 1869.

Harriet Taylos Mill
John Stuart Mill
John Stuart Mill

Mill sitúa en el centro del debate feminista la consecución del derecho de voto para la mujer: la solución de la cuestión femenina pasaba por la eliminación de toda traba legislativa discriminatoria. Una vez suprimidas estas restricciones, las mujeres superarían su "sometimiento" y alcanzarían su emancipación.
 

"El principio regulador de las actuales relaciones entre los dos sexos –la subordinación legal del uno al otro- es intrínsecamente erróneo y ahora constituye uno de los obstáculos más importantes para el progreso humano; y debiera ser sustituido por un principio de perfecta igualdad que no admitiera poder ni privilegio para unos ni incapacidad para otros".

      John Stuart Mill y Harriet Taylor Mill
      El sometimiento de la mujer
      1869

La libertad individual facilitada por la desaparición de impedimentos legales permitiría el desarrollo de la personalidad de las mujeres y el pleno ejercicio de sus capacidades. Se trataba, en suma, de aplicar el principio del "laissez faire", dogma básico del liberalismo, a la problemática femenina.

El libro de Mill tuvo un enorme impacto. Aparecido en 1869, fue un elemento clave de la expansión e internacionalización del movimiento sufragista. Ese mismo año se editó en Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda, Francia, Alemania, Austria, Suecia y Dinamarca, y al siguiente apareció en Italia y Polonia, suscitando el interés y la reflexión de muchas mujeres entre las clases más cultas.

John Stuart Mill presentó al Parlamento inglés en 1866 una demanda a favor del voto femenino. Su ulterior rechazo provocó que en 1867 naciera el primer grupo claramente sufragista británico: la National Society for Woman’s Suffrage (Asociación Nacional para el Sufragio de la Mujer), liderada por Lydia Becker.


John Stuart Mill nace en Londres en los años durante los cuales llega a su esplendor el Imperio Napoleónico en Europa y fallecerá con la caída su nieto, Napoleón III, frente a la creciente y todopoderosa Alemania de Bismark. Como podemos observar, vivió en un periodo de total convulsión política. El mundo que conoció en su infancia no se parecía en nada al que lo rodeaba a su muerte. Inglaterra, sin embargo, era diferente y mantuvo un ritmo más unitario y regular de evolución. Desde el siglo XVII había constituido la forma esencial de sus órganos de gobierno, había restringido el poder de la monarquía y se había lanzado a la conquista del planeta mediante la fuerza de sus grandes “Compañías” comerciales marítimas. El periodo victoriano fue fructífero en el comercio y en la política, a pesar de que muchas reformas no se pudieron llevar a cabo. El movimiento obrero y la revolución industrial obligaban a modificar los sistemas legislativos y representativos. Es en este punto, precisamente, toma importancia la obra y pensamiento del autor que nos ocupa.
            A sabiendas de la marginación que la mujer sufría en todos los ámbitos, J.S. Mill se propuso un reto: lograr, desde su asiento en la Cámara de los Comunes, que las mujeres disfrutasen de los mismos derechos que se otorgaban a los hombres, como la ciudadanía, el acceso voluntario a todo tipo de empleos y la libre y básica educación. En tanto que heredero, en su aprendizaje infantil, de los ilustrados, concebía que el progreso de la humanidad era progresivo y ascendente; pero la humanidad ralentizaría su paso si la mitad de sus miembros no eran reconocidos y valorados según su talento en paridad de posibilidades. Era una contradicción mantener posiciones progresistas sin admitir la sumisión del sexo femenino o la irracionalidad de la esclavitud.
        Su objetivo era extender el sufragio a toda la población. Para lograr este objetivo, el primer paso a seguir era concienciar a la población de cuán marginada estaba la mujer en la sociedad, no ya inglesa, sino europea, comparándola a veces con la estadounidense. Esta subordinación y exclusión tuvieron su génesis en un pasado remoto. La mujer siempre había sido presentada como un ser inferior en lo físico y lo psicológico. No siendo aptas para la vida pública, a cualquier edad, solo podría gozar de un espacio adaptado a sus cualidades naturales: el hogar, el monasterio, siempre confinada a un espacio donde no mostrara su torpeza e incompetencia, donde pudiera ser controlado el animal instintivo e impulsivo que llevaba dentro. La herramienta más adecuada para el control era el matrimonio, que suponía un cerco para cualquier mejora progresiva para el estatus de aquellas.
            Los especialistas se cuestionan hasta qué punto su mujer, Harriet Taylor, injirió en la formación feminista de John Stuart Mill. Si bien es verdad, como veremos más adelante, que él mismo reconoce la infinita gratitud que debe a su esposa en todos los campos de su madurez intelectual, también advierte de que previamente a conocerla él mantenía ideales progresistas también en el campo de los derechos de la mujer. Y en este punto hay que destacar la figura paterna, James Mill, quien se preocupó hasta el extremo de educarlo, más allá del dogma religioso, en preceptos liberales y laicos. De ahí que todos coincidan en reseñar que los dos pilares básicos en la vida de nuestro autor sean su padre y su esposa.
            En verdad que John Stuart Mill fue una figura clave en la conformación del pensamiento feminista. Más allá de las controversias , lo extraordinario de su pequeña obra a favor de la mujer es, además de las ideas que aporta, su naturaleza masculina. Si tenemos en cuenta que muchas de las tesis que plantea son válidas hoy en día, comprenderemos el gran mérito que supuso exponer argumentos tales en una sociedad como la victoriana, del siglo XIX, donde la dignidad y esencia del hombre estaba sobre la de la mujer en todos los campos. Aunque acaso hablamos desde la empatía, no queremos pasar por alto este último argumento: John Stuart Mill marca un antes y un después en la política inglesa, que desde 1865 hasta 1928 luchará por aprobar el sufragio femenino.

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